mayo 19, 2024

“El ciudadano ya no entiende un sistema tributario que no se corresponde con la sociedad en la que vive”

Ios dos anuncios recientes del Ministro Delegado de Cuentas Públicas, Gabriel Attal, uno, el 25 de abril, lanzando una consulta con los contribuyentes titulada “Ganancia para mis impuestos”; el otro, el 9 de mayo, sobre el endurecimiento de la lucha contra el fraude fiscal y social- implica implícitamente la cuestión crucial del consentimiento fiscal. Esto en un momento en que muchos se preguntan por un posible aumento de los gravámenes obligatorios para tratar de equilibrar las cuentas públicas, y a riesgo de validar así una nueva honda fiscal.

El consentimiento a la tributación ha sido durante varios años objeto de un malestar generalizado y profundo que, en el difícil contexto social actual, podría encenderse a la menor chispa. Es cierto que, para quienes detentan el poder, que se acepte el impuesto es una cuestión complicada que encierra una parte de misterio. ¿Por qué un ciudadano puede considerar natural y normal, en una sociedad donde predominan los intercambios comerciales, que una fracción de sus recursos sea drenada por la autoridad sin recibir a cambio una contrapartida directa e inmediata? Esto puede parecer totalmente ilógico e incomprensible. Por tanto, es necesario tener razones suficientemente sólidas para juzgar legítima y aceptar tal deducción forzosa.

De hecho, el problema es que el actual modelo de ciudadanía fiscal es transitorio: tiene un pie en una filosofía política y contributiva que otorga a los representantes electos nacionales el derecho a decidir crear, modificar o suprimir un impuesto, y otro en una filosofía mercantil. y gestor que impregna las administraciones y transforma al contribuyente en cliente. La difusión de prácticas gerenciales dentro del sector público ha modificado de hecho la concepción de las finanzas públicas, con la consecuencia de borrar el vínculo social en favor de una recaudación individualizada de impuestos: ¿qué pago y qué beneficio obtengo? Como ciudadano-cliente, ¿estoy obteniendo el valor de mi dinero?

Cuestionando la relevancia de las deducciones obligatorias

Bien puede ser que este simbolismo y la legitimidad que confiere al Estado ya no sea una ilusión o un recuerdo lejano. Además de las dificultades que encuentra, el ciudadano ya no comprende un sistema tributario que no corresponde a la sociedad en la que vive. Entonces, ¿por qué estaría de acuerdo con eso?

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Además, el universo tributario tradicional se encuentra desequilibrado por los cambios en su entorno trastocados por la globalización, la revolución digital, la ampliación de las desigualdades sociales y por la acumulación de choques sucesivos (crisis económica y financiera, climática, desigualdades, crisis “democrática”, pandemia , retorno de la guerra en Europa…).

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