mayo 19, 2024

«El tríptico del macronismo ‘trabajo, orden, progreso’ pone en peligro el lema republicano ‘libertad, igualdad, fraternidad'»

SSi la identificación ideológica del macronismo sigue siendo objeto de debate, se ha descubierto que el portavoz del Gobierno se revela [le 19 avril] la matriz a través de la expresión de una fórmula sincrética – «trabajo, orden, progreso» – supone orientar la acción del ejecutivo.

Este tríptico no es otra cosa que la concepción del poder en el lugar. Sin embargo, aunque equívoco, esto transmite una retórica cuya carga simbólica puede ser peligrosa para el «República Democrática y Social» (artículo 1oh de la Constitución) y su lema, » Libertad, Igualdad, Fraternidad «. Un peligro encarnado por un neoliberalismo autoritario, cuyo advenimiento evitaría el fracaso definitivo de la promesa republicana.

El principio de separación de poderes fue concebido por Locke (1632-1704) y Montesquieu (1689-1755) como una técnica institucional destinada a garantizar la libertad. En esto, la deriva de un régimen marcado por la hiperconcentración del poder constituye una amenaza a nuestras libertades. Detrás de la caricatura de la figura del monarca republicano omnisciente y omnipotente, emerge una concepción piramidal de la democracia.

Desafío

El ejecutivo no duda en utilizar sus exorbitantes prerrogativas (de las que se ha convertido en símbolo el artículo 49.3 de la Constitución) para neutralizar la voluntad parlamentaria y popular. No sólo parece inconcebible el arbitraje del pueblo soberano, sino que cuando los ciudadanos se expresan (incluso en el marco oficial del gran debate, la convención ciudadana por el clima, etc.) o se manifiestan en masa, sus palabras no tienen poco valor. .

El desafío del poder a la dificultad parlamentaria y socialdemócrata también se refleja en una definición del principio mismo de contestación, crítica y contradicción.

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Los organismos intermediarios tienen la sensación de ser despreciados, mientras que las asociaciones de defensa de los derechos humanos (desde Amnistía Internacional hasta la Liga de los Derechos Humanos) se enfrentan a ataques por su propia función de contrapoder. Ataca al corazón de un discurso autoritario, que tiende a reducir el campo de ejercicio de las libertades (de asociación, expresión, manifestación, etc.) y a socavar el principio liberal según el cual “la libertad es la regla, la restricción o prohibición la excepción”.

Este nuevo orden valora las figuras de las fuerzas del orden, encarnadas por el prefecto y el policía, mientras castiga a las quimeras. «islamo-izquierdistas», “wokistas” nosotros “eco-terroristas”. Lejos de ser anecdótica, la invocación ad nauseam de estas fórmulas retóricas pretende descalificar a los ciudadanos reducidos a enemigos de la República, para mantener mejor una cultura de negación de la injusticia.

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