abril 23, 2025

La delgada línea entre la ficción y la realidad en el crimen verdadero

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El género del crimen verdadero, conocido como ‘true crime’, ha alcanzado una fama notable en los últimos años. Este fenómeno se refleja en diversos formatos, tales como libros, películas, series y podcasts, que investigan casos reales de delitos y sus protagonistas. No obstante, esta popularidad ha generado debates éticos y morales acerca de cómo se representan a los criminales y las posibles repercusiones para las víctimas y sus familias.

​El género del crimen real, conocido como ‘true crime’, ha ganado una popularidad sin precedentes en las últimas décadas. Este fenómeno se manifiesta en una amplia variedad de formatos, incluyendo libros, películas, series y podcasts que exploran casos reales de crímenes y sus protagonistas. Sin embargo, esta tendencia ha suscitado debates éticos y morales sobre la representación de los criminales y las posibles implicaciones para las víctimas y sus familias.​

Este suceso destaca la complicada relación entre la libertad de expresión y la salvaguarda de los derechos de las víctimas. Mientras algunos respaldan el derecho de los autores a investigar y contar historias reales, otros advierten que hacerlo sin el consentimiento de los involucrados puede presentar dilemas éticos.

La industria del ‘true crime’ ha mostrado un aumento significativo, con producciones que intentan descubrir la psicología de los delincuentes y los pormenores de los delitos. Series como «Making a Murderer» y «The Jinx» han atrapado el interés del público, presentando narrativas profundas que provocan reflexión. En España, documentales como «El caso Asunta» han originado debates sobre la ética en la representación de hechos reales y la responsabilidad de los creadores al tratar tragedias que todavía afectan a las familias implicadas.

La frontera entre el interés legítimo del público y el sensacionalismo es borrosa. Mientras algunos sostienen que las producciones de ‘true crime’ desempeñan un papel educativo y social, otros alertan sobre el peligro de banalizar el sufrimiento de las víctimas y de dar voz a los criminales que anhelan notoriedad. La representación humana de los asesinos en estas historias puede interpretarse como una muestra de empatía o, por otro lado, como una táctica para incrementar la audiencia y el éxito comercial.

La línea entre el interés legítimo del público y el sensacionalismo es difusa. Mientras que algunos argumentan que las producciones de ‘true crime’ cumplen una función educativa y social, otros advierten sobre el riesgo de trivializar el sufrimiento de las víctimas y de otorgar una plataforma a los criminales que buscan notoriedad. La humanización de los asesinos en estas narrativas puede ser vista como una forma de empatía o, alternativamente, como una estrategia para aumentar la audiencia y el impacto comercial.​

La responsabilidad ética recae tanto en los creadores como en los consumidores. Los primeros deben considerar el impacto de su trabajo en las personas afectadas por los eventos que narran, buscando un equilibrio entre la libertad artística y el respeto por los derechos de las víctimas. Los segundos deben ser conscientes del contenido que consumen, reflexionando sobre las implicaciones de apoyar producciones que pueden perpetuar el sufrimiento de las personas involucradas.