abril 19, 2024

Leer bien para salvar una vida | Cultura

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En 1978, Leonardo Sciascia publicó Uno de los mejores ejercicios de crítica literaria de la historia reciente. Lo particular es que no se basó en ninguna obra clásica sino en las mapas enviados desde el cautiverio por un secuestrado: Aldo Moro. Eran, pues, textos a vida o muerte, cosas para tomar en serio.

el caso moro (traducida para Tusquets por Juan Manuel Salmerón) es el complemento perfecto para una miniserie estrenada en Filmin estas Navidades y que parece seguir a Sciascia al pie de la letra: puerta exterior. la diferencia es que marco bellocchio —que ya se acercó al asunto desde el punto de vista de los secuestradores en la estremecedora Buenos días, noche (2003)― bucea en el asesinato del presidente de la Democracia Cristiana ―más que un partido, “una ciudad medieval”― cuando han transcurrido cuatro décadas. Sciascia lo hizo cuando no habían pasado ni cuatro meses. El cineasta ha narrado con tonaladas de testimonios y con la versión del asesino, Mario Moretti, que lo narró en una entrevista de 300 páginas publicadas con título escueto: Brigadas Rojas (Acala). El escritor, por su parte, tampoco se había sumergido en los trabajos de la comisión de investigación que en 1982 emitió un informe de 30 folios derribados redactados por el propio Sciascia en calidad de diputados por el Partido Radical.

El cadáver de Aldo Moro, tal como fue hallado en el maletero de un coche en 1978, tras 55 días de secuestro.
El cadáver de Aldo Moro, tal como fue hallado en el maletero de un coche en 1978, tras 55 días de secuestro.EFE

En esta comisión, el ministro del Interior, Francesco Cossiga, declaró que durante 55 días el secuestro no duró ningún tiempo «ningún intento» descifrar las cartas de su mentor. Los «análisis lingüísticos» reservaron a los comunicados de las Brigadas Rojas, escritos, añade Sciascia, en «italiano de las Brigadas Rojas», una lengua «hecha de slóganes, de ideas recibidas de la retórica revolucionaria, de restos de manuales de sociología y de guerrilla”.

Cossiga, quien se desempeñó como presidente de la república, fue el responsable de un aparato o aparato inútil que siguió a seis millones de personas, detuvo a 150 y llegó a casi 38.000 domicilios. Él es uno de los grandes protagonistas de la serie de Bellocchio, que en las escenas de angustia familiar recuerda a la adaptación de Ángeles González-Sinde de la hora de comerla noticia que Gabriela Ybarra dedicó a la seguridad y acción de su abuelo a manos de ETA.

Pasada la frontera de las primeras 10 paginas, un tanto masticable, el caso moro es una mezcla de fulgurante crónica negra, ensayo hermenéutico y «yo acuso» en torno a un episodio sangriento en el que a la víctima se le ayudó a leer la prensa y escribir decenas de cartas, varias de ellas para responder a las declaraciones de sus correligionarios . A la teoría oficial de que el cautiverio había vuelto loco a Moro y que no era el “hombre de Estado” que todos conocían el que pedía que salvaran su vida negociando con las Brigadas Rojas, el sentenciado respondía desplegando un demoledor retrato de la hipócrita clase Política. La misma a la que Leonardo Sciascia le dedicó un libro inolvidable y la cita de Elias Canetti que lo abre: «La más monstruosa de las frases: alguien ha muerto en el momento adecuado”.

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