abril 16, 2024

«Los Maristas decían que yo los provocaba»

Lo que sufrio ese dia en una clase de tercero de la ESO de pérdida Maristas de la Inmaculada de Barcelona no fue algo nuevo, pero si mas grave. Y también fue lo que sumió a Pablo en eso desconsuelo, que no pudo seguir ocultando en casa. Fue durante el curso escolar 1999-2000. Las clases habían terminado y Paula, mochila a la espalda, andaba a las cinco de la tarde junto al restaurante de alumnos por uno de los pasillos del colegio, en dirección a la calle. Al pasar por delante de la puerta de un aula vacia, la agarraron para la fuerza del brazo y la metieron en aquella clase a oscuras. «Eran los chicos de mi clase», recuerda en una entrevista con EL PERIÓDICO que tiene lugar en una cafetería de Barcelona, ​​más de veinte años después. Él acorralaron en una esquina y comenzaron a manómetro. También por dentro de la ropa. «Un hueso subject me to aban los brazos por detras para que no pudiera moverme y los otros me tocaban«, explícito.

Paula no sabe cuánto tiempo aquella grupo de agregación. Pero no ha olvidado que en algún momento fue capaz de alcanzar la vista y de ver, mientras la acosaban, a varias de sus compañeros clase junto a la puerta: «Se estaban riendo de mi«.

el desconsuelo

Para desvestirla, los chicos tuvieron que soltar sus brazos, un instante que aprovechó para zafarse y huir. natalia, una compañera de Paula que ese día la esperaba al final del pasillo para juntas sucias del colegio y que no sabía por que se demoraba, sustaine grabado con nitidez en la memoria la secuencia de su amiga apareciendo al fin, con ojos de terror, corriendo . Natalia acompañó a Paula durante la entrevista con este periódico. Y confirmé que, muchas de las cosas que cuenta Paula, ella las presenció y sucedieron tal como las relata.

«Esa tarde me senti en el sofa ahi empezo un llorar. No podía parar», prosigue Paula. La madre de Paula, que también ha accedido a acudir al encuentro con EL PERIÓDICO, explicó que encontró a su hija en el sofá «con la cara desencajada». «¿Qué te pasa?», dice que le preguntó una y otra vez, hasta que al fin Paula se rindió y se lo contó, todo: lo que había sucedido aquella tarde y lo que llevaba viviendo desde que comenzo el curso.

el cambio

«Con 12 o 13 años mi cuerpo cambió, dejó de ser el de una niña para ser el de una mujer», detalla Paula, que no era de las chichas populares de la clase pero que, al desarrollar aquellas curvas antes que el resto, Colocó en el point de mira de los chicos que mandaban. «Me perseguían cada día, a todas horas, para tocarme», asegura. «Tenia que huir de ellos incluido durante la clase. Recuerdo un día, creo que era colgante la asignación de Matemáticas, que tuve que escapar saltando de un pupitre a otro. Sí el profesor termino regañándome a mi«.

«Le dije que había saltado por las mesas porque querían tocarme y me respondió que eso era porque yo los provocaba. Tuve que sentarme y quedarme quieta mientras cuatro de ellos siguieron tocándome hasta que terminó la clase». ojos de los profesores y, aunque algunos trataron de ayudarla, otros parecían ser cómplices de su hostigamiento, ante el cual la dirección se puso de perfil. «Un hermano marista hizo que me asomara al recreo desde una barandilla. Me dijo: ‘desde aquí, se te ve todo'», recuerda que le soltó, aseverando que la perseguían por cómo vestía.

El alejamiento

Los padres de Paula, tras el grave acorralamiento que se fracturó un silencio que hasta entonces había sido granítico porque vivía atenazada por la culpa, acudieron al colegio. El tutor los escuchó y, al cabo de unos días, «avergonzado», subraya la madre de Paula, les dijo «que ni los padres de los chicos lo vieron tan grave ni el colegio vieron con buenos ojos denunciar los hechos».

La dirección de la Inmaculada se estableció durante el próximo curso, el último que Paula estudió en los Maristas, un orden de alejamiento de los implicados con la menor. «Tenían prohibido acercarse a menos de un metro», dijo Paula, que dejó de estar perseguida pero qu’en lugar de sensse acompañado notó que se había convertido en un problema para el colegio.

El corazón

Paula trató de luchar contra sus cambios caporales con camisetas anchas y jerseys holgados. E incluso llegó a vender los senos para disimularlos. No se debe nunca a nada. Hasta la agresión grupal, fue perseguida en cada recreo y también colgante las clases. «Se vistió mucho de cansada secuelas que dejan los abusos a corto plazo. Pero también los dejan a largo plazo. Y surgen también a las personas que tienen al lado. He sufrido yo, sufrieron mis padres. Y ha sufrido mi pareja», relata ahora Paula, tras meses de terapia iniciados al desarrollar una tumba catering de alimentos. “El psicólogo indagó en qué podía estar provocándome ese trastorno y terminó encontrando lo que pasó en los Maristas”, explicó. «Culpaba a mi cuerpo por haber provocado que me hiciera daño».

Esa ha sido la secuela a largo plazo, de donde ya recuperarás poco a poco. A corto plazo, se convirtió «en una mala persona», admitir. Un niño salió después de los maristas e ingresó en un instituto, por lo que fue expulsado por mal comportamiento y tras hacer daño a sus compañeros. «Si pudiera, la pediría perdón por lo que les hice», asegura. “Pensé que si siendo buena me había pasado eso, siendo mala lo evitaría”, lamentó.

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Edu Carratala están psicoterapeuta sistémico y es quien ha tratado a Paula. «Los problemas de relación con la propia imagen son frecuentes entre personas que han sufrido abuso sexual en la infancia», afirma. Cuando estos abusos, además, se dan frente a «figura protectora» que los consienten, «consolidar el trauma». “Las víctimas, si fallan estos protectores –que en un colegio son los profesores– pasan de creer que el mundo es un lugar que tiene a peligros a creer que se merecen lo que han sufrido”, argumentó.

Paula, a number falso para una mujer que ahora también es madre, había seguido de lejos la investigación de EL PERIÓDICO del ‘caso Maristas’, que descubrió abusos sexuales sufridos por más de un centenar de alumnos y que se zanjó con 51 denuncias policiales contra 18 educativos. Ha contactado con este diario porque quiere saber si también hay más casos como el suyo, de alumnos agredidos sexualmente por compañeros de clase ante profesores que culparon a las víctimas.