octubre 8, 2024

Muere el arquitecto japonés Arata Isozaki, ganador del premio Pritzker 2019 y autor del Palau Sant Jordi | Cultura

El arquitecto, teórico y urbanista japonés Arata Isozaki (Oita 1931-2022) ha muerto este jueves a sus 91 años. En 2019 recibió el Premio Pritzker por su profundo conocimiento de la historia y la teoría de la arquitectura. Isozaki trabajó en más de 100 edificios en Asia, Europa, América y Australia, incluyendo más proyectos previstos en España ubicados en el Palau de Sant Jordi, la Puerta Isozaki (un complejo de edificios diseñado en colaboración con el arquitecto bilbaíno Iñaki Aurrekoetxea, que presiden dos torres gemelas de 82 metros y 23 plantas) o la Domus de A Coruña, el museo interactivo dedicado al ser humano en el paseo de Riazor.

Según Anatxu Zabalbeascoa, su obra es una antología de la arquitectura de la segunda parte del siglo XX. «Entre el audaz brutalismo de la biblioteca que levantó en su ciudad natal en 1966 y la posmodernidad del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles, MOCA, concluido dos décadas después, caben el ingenioso pop tecnológico de la Biblioteca Kitakyushu (1974) o la actualización de la modernidad que supuso el Museo de Arte de Gunma, un cubo alicatado levantado sobrio pilotos en 1974″, escribe el periodista cuando el arquitecto recibió el prestigioso galardón.

Nacido en la isla de Kyushu (al sur de Japón), Isozaki trabajó como arquitecto durante la reconstrucción de Japón tras la Segunda Guerra Mundial, donde estaba todo por hacer y aprendió conocer sus ciudades en un estado de cambio permanente. Tenía 12 años cuando las bombas atómicas redujeron Hiroshima y Nagasaki a ruinas. Era polifacético e influyente y desde sus primeros trabajos, en la década de los sesenta, se convirtió en el primer arquitecto japonés en forjar una «relación profunda y duradera entre Oriente y Occidente», según dijo el jurado del Premio Pritzker. Seguramente por eso antecedió a su propio maestro —el Pritzker de 1987, Kenzo Tange— en el momento de construir en el extranjero. Fue desde esa realidad desde la que se encontró con el carácter constructivo de la profesión, que llevó primero a tratar de oír el mundo —para incorporar lo mejor de cada lugar a su trabajo— y después a intentar establecer conexiones entre las arquitecturas.

Una vez fuera de Japón, Isozaki reclutó extranjeros para que construyeran en su país proyectos en los que él actuaba de urbanista. Tal vez la más sonada operación de ese tipo fueron las viviendas Nexus de Fukuoka, en el extremo occidental de Japón, cuyo plan general concentró, en 1989, obras de los entonces jóvenes Rem Koolhaas, Steven Holl, Christian de Portzamparc, Mark Mack u Oscar Tusquets.

Más allá de su sed de conocimiento de la arquitectura mundial, Isozaki se formó como ingeniero. De ahí que el afán por comprender cómo funcionan las cosas estaría presente en su indagación como arquitecto. Uno de sus proyectos más conocidos en España, el Palau Sant Jordi, que construyó par la Barcelona olímpica, se deslumbró cuando, en pocas horas, la cubierta prefabricada coronó el pabellón levantado por grúas. Pensar más desde la forma de construir que desde la esperada forma final del edificio es una característica de los mjores trabajos de este arquitecto.

En los últimos años y pese a su avanzada edad, surgió un extraordinario dinamismo con obras como el Centro de Convenciones de Qatar (2011) o la espectacular Sala de conciertos hinchable Ark Novadiseñado en 2013 por el artista indio Anish Kapoor, para las regiones de Japón afectadas por el tsunami de 2011.

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