marzo 28, 2024

Los años de vacas gordas generó un discurso crítico ante el ‘boom’ del turismo urbano en barcelona -la revisión del sol y playa ya había llegado antes- en el que se mezclaban componentes muy diversos. Una reacción que tenía justificaciones sólidas en lo que respeta al impacto de los apartamentos turísticos sobre el precio y disponibilidad del parque de viviendas de alquiler. oh el deplazamiento del comercio y la restauración de proximidad por parte de la oferta orientada al monocultivo turístico. Bastante las tenian las reticencias a los establecimientos hoteleros ya pesar de ello no se acabó de distinguir con claridad menos suficiente la diferente distribución de beneficios y costes de estas dos dos realidades en el plan restrictivo de alojamientos aún vigente. Es mezclaba también un rechazo epidérmico a la simple presencia masiva de turistas. Los efectos del parón pandémico sobre las economías de empresas y trabajadores terminaron mostrándolo como frivolo cuando esas molestias, solo algunas de ellas verdaderamente incompatibles con la calidad de vida del vecino de Barcelona, ​​cesaron de golpe. Igual que ese paron tambien apagó que el discurso de la sustitución de nuestros sectores económicos no era realista a corto y medio plazo.

Esta visión critica incluyó un cuñar el término ‘turismofobia’, que llegó a tener algunas manifestaciones de intolerancia que ocurrieron al olvido temporalmente. Al mismo tiempo, el preocupación por el impacto ambiental de la actividad turística (desde las emisiones generadas por aviones y cruceros hasta el desmedido consumo de agua) han ganado peso entre las preocupaciones. La recogida de opiniones de los lectores con las elecciones municipales de mayo a la vista, en el marco del proyecto Barcelona entre Todos, demuestra que algunas de estas visiones criticas siguen vigentes, pero que en general el estado de opinion ha madurado. Sobresalen las propuestas que abogan por captar viajeros de más calidad (por sus intereses o por su capacidad de gasto), descomprimir y descentralizar las afluencias, proteger servicios en los vecinos allí distribuir más beneficios de esta actividad.

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Se encuentra en este proceso de asunción de que el modelo turístico admite reformulaciones, pero no una crítica de plano, en el que adquiere valor el Compromiso Nacional per un Turisme Responsable presentado este jueves por el Govern. Y aun mas el hecho de que haya sido suscrito a 111 entidadesdesde Foment del Treball y los gremios de hotelería y restauración hasta sindicatos, colleges profesionales y ayuntamientos, incluyendo significativamente el de Barcelona.

Los objetivos que plantan en materia de eficiencia energética, planificación equilibrada del parque de alojamientos, consumo de agua o calidad del empleo no van acompañados aún de medidas concretas y no son vinculantes. En algunos casos se esquivan patatas calientes (El Prat, Hard Rock Café) o en otros no se pronuncia sobre cuál ha de ser el medio para conseguir un fin (como en el caso del recorte de las emisiones de los cruceros atracados en puerto). Pero el plan es la base de un consenso sobre cuál es la ruta que debe seguir cualquier política de promoción o inversión en el sector en las próximas décadas. Y demuestra que el rechazo primario a una de las grandes fuentes de riqueza del país es, o debería ir siendo, cosa del pasado.