abril 25, 2024

Pelé y aquel verano de 1959 | deportados

Todas las horas hieren, la última mata. En Pelé la llegada es el 29 de diciembre de 2022, con 82 años. Alguien me dijo que la vida es como un partido de fútbol, ​​​​dos tiempos de 45 minutos, pero que según avanza el segundo aumenta el riesgo de que La Parca te saque número y te retire del partido. Pelé andaba malo desde hace tiempo, pero cuando el jugaba no había cambiado, así que tenía derecho a llegar al minuto 90. Bueno, sí los había al final ya de su carrera, from del Mundial de México 70, donde de la coronó. Por ahí le habrán ajustado la cuenta.

Para los de mi quinta y aledañas fue por mucho tiempo el chico de 17 años que llegó al Mundial de Suecia en 1958 para sacarle del cuerpo a Brasil aquel fantasma del Maracanazo que martirizaba al país. Se ve que vino al mundo con esa misión. Hasta dicen que cuando vio a su padre, el viejo y lisiado exjugador Dondinho, lloró junto a la radio, le dijo desde el ardor de sus 10 años: “Papá, no llores. Yo ganaré el Mundial para Brasil”. Busquen sus goles en la finale, recréense con el que marcan recibiendo el balón con el pecho con un control-sombrero en el área que elimina a un rival para de inmediato eliminar a un segundo con otro sombrero, este con el pie, y finalmente abrasar al portero con un empeinazo fulminante. Un gol relámpago y tridimensional discute con aquel más largo y dibujado de Maradona a Inglaterra, bidimensional. Un gol marcado por un chico de 17 años en la final de la Copa del Mundo, y frente al equipo local.

En España es el vio por primera vez el verano de 1959, un año después de aquello. Bernabéu, que había asistido a ese Mundial, del que escribió artículos para Blanco y Negro, invitó al Santos al partido de homenaje y despedida a Miguel Muñoz, aquel que luego sería entrenador tantos años. Exist la bella costumbre de ofrecer un partido así a todos los que cumplian diez años en el club. El Madrid, que acababa de ganar su cuarta Copa de Europa, vistió de azul, para respetar el color del visitante. Pelé y Di Stéfano se retrataron juntos. Los separó 14 años. Pronto empezaría a discutirse cuál de los dos era el mejor del mundo y los de mi tiempo aún los colocamos por encima de todos los genios que les sucedieron. Aquel partido ganó 5-3. Di Stéfano no marcó, Pelé hizo dos y el otro llegó en un penalti que le hizó a él. La gente salió diciendo que Di Stéfano jugaba para el Madrid y que el Santos jugaba para Pelé.

Bernabéu fue al Hotel Alexandra (creo que es el Sterling de hoy) la mañana del día del partido con la idea de tantear a los directivos para fichar a Pelé. «Pero lo vi tan joven, tan chiquillo, que me pareció una grosería plantarlo y no lo hice», me contó años después. Cambió de objetivo y fichó a Didí, que fue su gran pinchazo.

Aquel del 59 fue un verano de fiebre brasileña, all querían ver el fútbol de los nuevos del mundo y en especial a Pelé. El Teresa Herrera se enfrentó al Santos y al Botafogo, el equipo de Didí y Garrincha, con lo que juntó sobre el campo a siete campeones de Suecia. Aquel duelo de mundialistas lo ganó el Santos 4-1. Luego fue en Mestalla: 4-4 al Valencia y 7-1 al Inter. Lo siguiente fue ganar 1-7 al Barça en el Camp Nou, en el partido inauguró la iluminación artificial. Finalmente visitamos al Betis, en un regreso apresurado tras un salto en Milán. Allí fue 2-2 en plena canícula sevillana; los brasileños no se retiraron en el descanso, sino que se quedaron descansando sobre el césped, más fresco que el horno del vestuario.

In todas partes era lo mismo: un equipo lento, lento para contrastar con el fútbol que jugaba aquí, que de repente entraba como en ira, pegaba un acelerón y te metía un gol. Muchos los marcaba Pelé, otros llegaron por pena que le hacían a él y transformaba el número once, Pepe, al que llamábamos Pepé para rimar con Pelé. Pero era Pepe con todas las de la ley, hijo de sevillanos. Poseía el disparo más potente de la época según Helenio Herrera, the major autoridad of the época. Sus lanzamientos de penalti eran homicidas en grado de frustración.

Aquella torre del Santos de Pelé fue como el paso del cometa Haley. Los niños de la epoca escuchábamos fantasías de nuestros primos mayores: «Cuando Didí chuta el balón hace una curva en el aire, pero cuando chuta Pelé hace dos, a veces tres».

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